En una tarde de octubre de 1980, la idea de lo que hoy es el Colegio San Ramón apareció por primera vez en una conversación entre hermanas. Lo que para otros podría haber sido una idea, una utopía, se convirtió para nosotras en un proyecto en el que inmediatamente pusimos manos a la obra: la casa familiar se abrió para recibir a nuestros primeros cuarenta y cinco alumnos.

Fue un tiempo de esfuerzos: todos los recursos, humanos y materiales, debían aprovecharse al máximo: tres maestras que apenas superábamos los veinte años y que nos ocupábamos tanto de que la institución se empezara a conocer pegando afiches en las vidrieras como de que los chicos aprendieran elaborando con responsabilidad un proyecto pedagógico.

Las familias pioneras, las que se acercan día a día, nuestras propias familias, son un pilar en que apoyarnos y nuestros acompañantes en este arte de modelar un camino para los que más queremos. Ellas han encontrado en nuestro Colegio, ese proyecto de confianza, una afinidad compartida.

Otro pilar fundamental, nuestro grupo de docentes, comprometidos con su trabajo, motor de propuestas y de crecimiento y junto a ellos un conjunto de seres humanos que desde la tarea más humilde hasta la de mayor exigencia pone su corazón en el quehacer de cada día.

En estos años, el mundo ha cambiado, Tigre ha cambiado… Adecuarse ha sido también un desafío: crecer, seguir el ritmo de un mundo cambiante sin perder la identidad. Creemos que la clave ha sido permanecer fieles a los valores que consideramos importantes: ser sobrios, veraces, solidarios, fomentar la cultura del trabajo, el amor para crecer, para creer. Deseamos que este sea el legado para quienes pasan por nuestras aulas.

Soñamos un Jardín de Infantes y lo vimos concretado. Más tarde, asistimos a su crecimiento en la Escuela Primaria. La primera promoción de jardín, la primera de séptimo grado y la necesidad natural de crear un espacio para nuestros adolescentes… Los mismos que con nosotros habían iniciado el Colegio, los mismos que vemos regresar con sus títulos renovados: abogados, médicos, profesores… padres.

Ellos han crecido, el Colegio también, fruto de un trabajo en equipo, pero quienes nos dedicamos a la educación sabemos que el proceso nunca se cierra: siempre habrá una nueva meta para alcanzar y es bueno que así sea porque los objetivos mantienen vivas a las personas y a las instituciones.

Noemí, Patricia y Claudia Chediek